Jesús pasó haciendo el bien
Jesús pasa haciendo el bien, y nosotros no queremos que se vaya. Los habitantes de Cafarnaún pretendían retener a Jesús (cf. Lc 4,42), pero Jesús responde que debe anunciar el Reino de Dios a otras ciudades. Dos son los aspectos a contemplar ante este hecho
No podemos retener a Jesús
Jesús pasó haciendo el bien. Jesús tiene que marcharse, porque su misión es extender el Reino de Dios. Antes de la Resurrección, Jesús no podía estar en dos lugares a la vez. Por eso, Jesús se marcha de un lugar para ir a otro. Pero, ¿qué sucede hoy? Jesús ya no está limitado por barreras espacio temporales. Pero, sobre todo, ¿no lo recibimos todos los días? ¿No vive en nosotros? ¿Cómo puedo decir entonces que no podemos retener a Jesús? Después de su resurrección, debería ser diferente. Sin embargo, cuando la Ascensión del Señor, a los discípulos les fue dicho:
«Galileos, ¿qué hacéis ahí mirando al cielo?»
Hech 1,11
Eso mismo se nos dice hoy a nosotros.
Jesús pasó haciendo el bien. No podemos retener a Jesús. La tentación permanente es la de la Transfiguración: «hagamos tres tiendas». Sin embargo, la forma de permanecer en Cristo no es disfrutando de él en solitario. Jesús pasa y, si quieres permanecer en él, tienes que seguirle por el camino. No tengas miedo. Él es la Vida. Por eso, solo en él estamos seguros. Quien se aferra a sus pequeñas cosas, se hundirá juntamente con ellas. «Quien pierda su vida por mí, la encontrará» (Mt 10,39)
Seguir a Jesús
Jesús pasó haciendo el bien y nosotros debemos hacer lo mismo. Pero cuidado, porque esto no tiene nada que ver con el activismo. Pasar haciendo el bien no significa estar continuamente haciendo cosas, sino saber desprendernos. Para pasar haciendo el bien, es necesario anclarnos en Cristo. Es tener el corazón en Cristo, no en nuestras cosas, ni siquiera en las obras que realizamos por Cristo.
Para el ser humano es muy importante echar raíces en tierra firme. Buscamos siempre seguridades humanas, un entorno conocido y amigable. Sin embargo, Jesús nos dice que no somos de este mundo.
Pero, ¿qué significa no ser de este mundo? Cuando los evangelistas hablan del mundo lo están contraponiendo a Cristo. En nuestra vida mortal solamente hay dos opciones: o estamos con Cristo o estamos contra Cristo. Eso es el mundo. Quien no construye, desparrama. Por eso, lo único que cuenta es Cristo. Quien es de Cristo es una criatura nueva, nos dirá san Pablo (cf. 2 Cor 5,17).
Para pasar haciendo el bien no basta con hacer obras buenas. Hace falta salir de nuestro entorno, hacer el bien más allá de nuestros familiares y amigos. Más allá incluso del bien que hacemos de forma institucional. Está muy bien tener programadas nuestras buenas obras, pero Dios se hace presente dónde y cómo quiere. Esto nos enseña la parábola del Buen samaritano.
Pasar haciendo el bien es estar en salida. Pero estar en salida no tiene nada que ver con irte a otro lugar. Estar en salida es salir de los criterios el mundo, estar abiertos a la voluntad de Dios. Pasar haciendo el bien es dejar que Dios actúe en nosotros.
Y, para entender esto, nada mejor que observar a María.
María pasó haciendo el bien
Podemos pensar que el caso de Jesús es especial y estaremos en lo cierto. Jesús pasó haciendo milagros y perdonando los pecados. Pero ¿qué pasa con Nuestra Señora? Los evangelios hablan muy poco de la madre de Jesús. Sin embargo, en pocas palabras nos lo dicen todo.
Disponible
Lo primero que vemos es que, nada más saber que Isabel está encinta, se pone en camino para estar con ella. Ella misma acaba de enterarse de que va a ser madre. Y sabe muy bien las consecuencias del «sí» que acaba de dar. Una denuncia de José, y hubiera muerto lapidada. Y, sin embargo, María corre a socorrer a su prima que tiene un embarazo de riesgo. María pasa haciendo el bien. Olvidándose de sí misma, se pone en camino.
Orante
Años más tarde, la invitan a una boda. María está con Jesús y con los discípulos. Podemos imaginar el gentío. Sin embargo, nadie se dio cuenta de que faltaba el vino. Pero ahí está María, pendiente de todo. A María no se le escapa una y acude a Jesús. La reacción de Jesús es la lógica en estos casos. Es lo que hace la gente que sabe estar: «no te metas donde no te llaman». Pero María no se lo piensa dos veces, y obliga a Jesús a actuar. María pasa haciendo el bien. Y, allí donde ella no llega, acude a Jesús segura de que él no le va a fallar.
Olvidada de sí
Y, ¿qué diremos del momento supremo de la Pasión? No cabe crueldad mayor que matar a un hijo en presencia de su madre. De hecho, nadie la obligó a estar presente. Sin embargo, María está junto a Jesús en este momento supremo (cf. Jn 19,25). María no se queda en casa, rodeada por sus deudos. En el peor momento de la vida de ambos, María está ahí. Desgarrada el alma. En silencio.
Siguiendo los pasos de María
Al hablar de Jesús ya hemos apuntado un aspecto fundamental que no es otro que el seguimiento. Pero es María quien nos allana el camino. Ella, en su sencillez, nos muestra que no hay que hacer grandes cosas para ser santos.
Disponibilidad
María reacciona con amor al hilo de las circunstancias. Se entera de la necesidad y se entrega. Ante el caso concreto, hace lo que está en su mano. No se programa, ni trata de llegar a cuantos más mejor.
¿Cuál es la enseñanza para nosotros? En primer lugar que no se trata de lo que «yo» puedo hacer por los demás, sino de lo que los demás están necesitando. Para pasar haciendo el bien, es imprescindible ir por la vida con los ojos bien abiertos. Muchas personas están ansiosas por hacer «algo», al tiempo que las necesidades se agolpan ante sus ojos y no las ven.
Oración
María va por la vida con los ojos bien abiertos. Nada escapa de su mirada, porque su mirada es la mirada de Dios en ella. Pero, para mirar de este modo, es necesario orar de modo incesante. Para lo cual, dicho sea de paso, no es necesario estar rezando a todas horas. Orar de modo incesante es vivir en la presencia de Dios. Saber que nada escapa a su mirada. No para obrar por temor, sino con la confianza que da sabernos amados por Dios.
Por otra parte, hay muchas cosas que María no puede hacer. Ve las necesidades y no las puede resolver. ¿Qué hace entonces? ¿Se viene abajo, se rinde, pasa de largo? En absoluto. Allí donde María sabe que no puede hacer el bien ella sola, acude a Jesús. María no se rinde. Ella habla con los sirvientes para dirigirlos hacia Jesús: «Haced lo que él os diga» (Jn 2,5). Esta doble dirección es muy importante. Porque, ante el sufrimiento ajeno, he visto con frecuencia dos formas de reaccionar. El activismo y el «Dios te ampare hermano».
Frente al activismo, la humildad. Y frente a la hipocresía, la verdadera piedad. Solamente desde una intensa vida de oración podremos reconocer nuestros límites y llegar de verdad hasta donde podamos.
Olvido de sí
Pasar haciendo el bien es mucho más que dar de lo que nos sobra. Es mucho más que dar una limosna de vez en cuando. Más incluso que entregar parte de nuestro tiempo.
Pasar haciendo el bien es entregar la vida por Dios y por los demás. Es poner a Dios en el centro de nuestra vida. Para pasar haciendo el bien, es necesario ponernos siempre en el lugar de los demás. Porque son los demás la medida de nuestro amor. Si tú eres el centro del bien que haces, buscarás sentirte útil, mirarás qué sabes hacer. Pero, cuando te olvidas de ti, lo que ves son las necesidades del otro. Tal vez tú no puedas hacer nada, pero será el dolor del otro y no tu inutilidad lo que cuente.
Y esto tiene sus consecuencias incluso en la oración. Buscar la perfección espiritual está muy bien. Pedir a Dios que nos muestre su voluntad sobre nosotros, que nos haga santos. Pero dar continuamente gracias a Dios está mucho mejor. Y pedir que sea santificado el nombre de Dios. Que Dios reine entre nosotros. Dar gracias a Dios principalmente porque existe y se nos ha manifestado. «Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador…»
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Me ha iluminado mucho el camino de la labor de cada dia.
He oído muchas veces:
-No te metas en eso….
– Tú todo lo quieres enredar…
– No tienes bastante con lo tuyo…
Cada dia compruebo que seguir a Dios me obliga romper con muchas cosas, o a contrariar a los que no van en esa misma dirección.
Paso a paso el articulo me lleva a mirar el dolor y la necesidad a mi alrededor, pero el mundo me invita a disfrutar y olvidar todo aquello que me lo impide.
¡ Gracias!