NUEVA EVANGELIZACIÓN EN UNA ESPAÑA DESCRISTIANIZADA

Mucho se está hablando últimamente de la nueva evangelización. La preocupación de la jerarquía eclesial está justificada. Sin embargo, más importante que paliar los síntomas sería hacer un buen diagnóstico.

No tengamos miedo de asumir la realidad

A nadie se le escapa que la práctica religiosa está descendiendo en España de forma alarmante. También es notorio que la media de edad de los católicos augura un futuro aún peor. Por ello, una nueva evangelización es tarea apremiante en países otrora católicos. Ahora bien, lo peor que podemos hacer es actuar a la desesperada.

Asumir la realidad eclesial en todos sus aspectos

Más allá de las cifras, convendría analizar la realidad eclesial. No cuántos somos, ni cuántas cosas hacemos. Mejor preguntar qué lugar ocupa Cristo en la vida de aquellos que nos decimos católicos. Porque, si yo «hablara todas las lenguas (…), si me falta el amor, sería como (…) campana que retiñe» (1 Cor 13,1).

La primera tarea es asumir la realidad. No los registros parroquiales, sino la realidad del día a día. Con una mirada en profundidad y más allá de las apariencias. No tener miedo de la verdad, porque la evangelización no es tarea nuestra, sino del Espíritu Santo.

Menos lamentaciones y más arrimar el hombro

Por otra parte, de nada sirve lamentarse y repartir culpas. ¿Para qué está la Iglesia si no es para llevar la luz allí donde reinan las tinieblas? ¿Para qué vino Cristo sino para salvar al mundo del pecado y de la muerte? ¿De qué se escandalizan entonces los cristianos? Si el mundo está muy mal, eso significa únicamente que no podemos permanecer ociosos.

En otro orden de cosas, parece que una de las mayores preocupaciones de la jerarquía eclesial es la falta de sacerdotes. Ahora bien, ¿de dónde salen los sacerdotes si no es de entre el pueblo de Dios? Es cierto que Dios puede suscitar vocaciones de debajo de las piedras. Pero habría que preguntarse si la falta de vocaciones es porque los jóvenes no se quieren comprometer o si es porque falta el sustrato de la fe de sus mayores.

Cómo entienden algunos la nueva evangelización

No voy a comentar el plan diocesano de evangelización de la archidiócesis de Madrid, ni tampoco el plan diocesano misionero que es su continuación. Con independencia de lo que cada uno piense de los materiales, se trata básicamente de eso. Unos materiales para usar en unas reuniones de periodicidad mensual. Una actividad cuyo contexto y objetivos no están muy claros.

Nueva evangelización. Fotografía original de Margarita Lazcano
Catedral de la Almudena. Vista panorámica. Madrid

Sí comentaré dos salidas de emergencia que algunos ven como esperanzadoras. Soluciones no excluyentes y, en mi opinión, igualmente falsas. Falsas porque ambas olvidan que, en la evangelización, no existen los atajos.

Nueva evangelización y voluntariado

Para algunos, la solución pasa por implicar a los jóvenes en acciones de voluntariado. No cabe duda de que el voluntariado es algo muy positivo. Es una buena forma de educar en valores. Enseñar a ver al otro como prójimo, regalar parte de mi tiempo, convivir con personas desfavorecidas. Todo esto está muy en sintonía con el Evangelio. Ciertamente puede ser un primer paso para una tarea de evangelización. Pero conviene tener muy claro que la evangelización supone un salto cualitativo que requiere una voluntad expresa.

Nueva evangelización. Fotografía de grupo de voluntarios en el Hospital de la Fuenfría (Cercedilla). Fiesta de Reyes 2020
Grupo de voluntarios en el Hospital de la Fuenfría (Cercedilla)

El desde dónde del voluntariado

Para que tanto los voluntarios como los beneficiarios crezcan como seres humanos, es fundamental cuidar mucho el «desde dónde«. Las intenciones de los voluntarios y su modo de hacer. Para ello, la formación es imprescindible. No solo la formación en orden a la eficacia, sino una formación humana integral. ¿Por qué estoy en este voluntariado? ¿Qué busco? ¿Cómo me siento y por qué?

Pero esto no supone una evangelización. Estas preguntas debería hacérselas todo voluntario, sea o no creyente. A partir de aquí, algunas personas pueden descubrir algo más, o no. La pregunta: «¿ves a Cristo en aquellos que visitas?» supone un salto cualitativo que va mucho más allá de los objetivos -y también de los estatutos- de cualquier ONG.

Ser cristiano es hacer de Cristo el centro de mi vida

Deberíamos tener claro que ser cristiano y ser una «buena persona» son dos cosas diferentes. A nadie debería molestarle esta distinción. De hecho, no cabe la menor duda de que, entre los no creyentes, hay gente más honesta y más generosa que muchos cristianos. Por eso, no caigamos en la tentación de ver «cristianos anónimos» en tantos buenos samaritanos como conocemos. Cuando Karl Rahner acuñó esta desafortunada expresión, hacía referencia a la doctrina conciliar según la cual aquellos que, no habiendo alcanzado la fe y obrando según su conciencia, serán justificados por Dios (cf. LG 16). Pero haríamos bien en no rentabilizar en nuestro favor las buenas obras de aquellos que no creen en Cristo. Y mucho menos las de aquellos que muchas veces rechazan a Cristo precisamente por causa nuestra.

Han cambiado las circunstancias y los métodos. Pero las palabras de Jesús conservan toda su vigencia: «Id y haced discípulos a todas las gentes» (Mt 28,19). Todos los brazos son pocos a la hora de colaborar en hacer un mundo más justo. Nadie sobra en nuestros voluntariados. Pero ser cristiano es otra cosa.

Nueva evangelización y políticos cristianos

Algunos sacerdotes identifican la misión evangelizadora fuera de los templos con el trabajo de los políticos. De ese modo acotan los límites de su tarea apostólica, con el argumento de que no deben meterse en política. Así atribuyen a los políticos la responsabilidad de dar a conocer a Cristo a los no creyentes. Es cierto que no es misión de los sacerdotes meterse en política. Pero no entiendo qué tiene que ver el trabajo de los políticos con la misión entre los no creyentes. En cualquier caso, este artículo estaría incompleto sin una reflexión sobre estos asuntos.

Nueva evangelización y visibilidad social

«Convertíos y creed en la Buena nueva» (Mc 1,15). Evangelizar es anunciar que el Reino de Dios está entre nosotros. Para acoger esta Buena nueva es necesaria la conversión. Esa conversión y esa fe tienen que ser manifiestas con el testimonio de las palabras y de las obras. Quien se avergüence de Cristo, Cristo se avergonzará de él (cf. Mc 8,38). Esto quiere decir que la fe no puede limitarse al ámbito privado. La fe nace del corazón, pero tiene que traducirse en obras de amor al hermano (cf. Sant 2,14-26).

La fe no es algo que pueda permanecer en la intimidad de cada uno. Porque, además, la fe es algo comunitario. La fe cristiana requiere ser compartida. Por otra parte, la fe, cuando es verdadera, afecta a todos los ámbitos de la vida. Así pues, aunque nace en nuestro interior, la fe es algo necesariamente público y visible.

Aspectos políticos de la visibilidad social

Esta visibilidad social tiene un componente político, pues lo político abarca todos los ámbitos de lo social. La caridad cristiana incluye un compromiso social que puede tomar diversas formas. También la acción política. Ahora bien, la política es algo mucho más amplio que los políticos. Política podrían ser, por ejemplo, las actividades de una asociación de vecinos. Políticos, en cambio, son los profesionales de la política.

Nueva evangelización. Fotografía de una manifestación en defensa de la sanidad pública. Cercedilla
En defensa de la sanidad pública (17.08.2020). Cercedilla (Madrid)

El gabinete de Rajoy era elogiado porque casi todos sus miembros iban a misa. Pero no parece que una implicación de los católicos en defensa de la sanidad pública levante el mismo entusiasmo. Y no quiero ni pensar en el escándalo que supondría una hipotética visibilidad de los católicos en la marea verde.

Nueva evangelización. Fotografías correspondientes a una manifestación de la marea verde. Segovia
Manifestación en defensa de la educación pública. Segovia

Visibilidad social de los políticos

No se puede negar la visibilidad social de los políticos. Si un político es católico, aunque no haga alarde de ello, todo el mundo terminará sabiéndolo.

Nueva evangelización y política. Fotografía de José María Aznar

Ante este hecho, se me ocurren dos preguntas. En primer lugar, ¿es la clase política un referente para la mayoría de las personas y en particular para los jóvenes? Es decir, ¿le importa a alguien ni poco ni mucho si un político es católico o no lo es? Puestos a buscar referentes, tendría mucho más tirón el ejemplo de otros profesionales. Deportistas de élite, cantantes, actores, … podrían salir en televisión diciendo: «yo soy católico». Este testimonio tal vez tuviera alguna eficacia. Pero si este mismo testimonio lo da un político, podría ser contraproducente.

Y esta es precisamente la segunda pregunta que quería formular. ¿No es en muchos casos más un escándalo que otra cosa el hecho de que determinados personajes sean católicos practicantes? Cuando un político va a la cárcel por corrupción, mejor que no fuera católico. Argumentar diciendo que entonces es un mal católico, no es una opción. ¿Y si no es uno, sino que son muchos? ¿sería legítimo no considerarlos de los nuestros? Y si alguien opta por poner el ventilador, eso solamente probará lo fácil que es corromper a un político.

De un político se debería esperar que sea honrado y competente. Y, de paso, que no utilice la religión en su propio provecho ni en el de su partido. Punto. En esto último, los políticos ateos juegan con ventaja.

Evangelización y poder

La Iglesia no debería esperar del poder humano lo que solo puede esperar de la gracia de Dios. En tiempos de san Pablo no había entre los cristianos muchos poderosos. Para que, quien se gloríe, que se gloríe en el Señor (cf. 1 Cor 1, 26-31). Y, efectivamente, «las iglesias se fortalecían en la fe y crecían en número de día en día» (Hech 16,5).

Entiendo la dificultad de ser sacerdote en una sociedad como la nuestra. Y es cierto que hay tareas que no les conciernen. Pero, si no les conciernen, es precisamente porque nada tienen que ver con la extensión del Reino de Dios. «Mi Reino no es de este mundo» (Jn 18,36).

El tema es de calado teológico. Tiene que ver con el papel de los laicos en la Iglesia, pero va mucho más allá. A ello dedicaré el último apartado de este artículo.

Cuando la jerarquía eclesiástica se echa en brazos de los poderosos de este mundo, está perdiendo la libertad evangélica. El apoyo de los gobernantes, sean o no sean católicos, nunca es gratis. Crea una red de intereses que, aunque pueda parecer beneficiosa, termina comprometiendo la evangelización. En el fondo no es otra cosa que falta de fe en la acción del Espíritu Santo.

Esto no quita para que pueda darse una colaboración legítima entre ambas instancias. Sobre todo en los niveles más cercanos a la gente y para ayuda de los más necesitados.

La especial situación de España

Algunas de las cosas que aquí se dicen, resultarán seguramente extrañas para lectores de otros países. Es posible, incluso, que sean mal interpretadas. Y es que en España, debido a nuestra historia, la militancia de unos es motivo para el rechazo de otros. Y así Cristo es rechazado por muchos, no por motivos religiosos, sino por motivos políticos.

En la Iglesia todos son bien recibidos, pero relacionar la fe cristiana con una concreta opción política supone una dificultad añadida para al menos la mitad de la población.

A muchos españoles les puede parecer que este es el orden natural de las cosas. Sin embargo, esto no es así en todas partes. En otros países, como por ejemplo en Brasil, la mentalidad es muy distinta.

En España, muchos identifican el catolicismo con una determinada opción política. Y esto, tanto por parte de los católicos, como de los que no lo son. Ello tiene como consecuencia un sentimiento de pertenencia muy superficial. Para muchos, ser católico va en el pack.

Evangelización y leyes del Estado

Más allá de la visibilidad social, tarea principal de los políticos es promulgar leyes. Es cierto que las leyes tienen una gran importancia en vistas a generar un determinado orden social. Ahora bien, que nadie espere que la sociedad va a ser evangelizada solo porque sean promulgadas determinadas leyes. Las leyes son coercitivas, mientras que la evangelización es invitación y es buena nueva. Además, la ley es igual para todos, cristianos y no cristianos. Tarea de los cristianos es convencer, no imponer.

Por otra parte, muchas personas podrán compartir una determinada moral, sin que por ello tengan que hacerse cristianos. En ese sentido, para promulgar determinadas leyes, no haría ninguna falta que el legislador fuera cristiano. En ciertos aspectos los musulmanes son mucho más estrictos que los católicos. ¿Acaso se alegrarían los obispos españoles del ascenso fulgurante de un partido islamista? Entonces, ¿son las leyes la solución?

Lugar de los colegios católicos españoles en la nueva evangelización

Soy consciente de que se trata de un tema muy sensible. Por ello, trataré de ser muy cuidadosa y objetiva. Pero, al hablar de la evangelización no se puede pasar por alto una realidad que tantos y tan buenos frutos dio en el pasado.

No hace mucho, un sacerdote me decía que una cosa no perdonaba a los jesuitas. Muchos dirigentes políticos han pasado por sus colegios y ahora no son católicos. Tuve que darle la razón. No obstante, él tampoco pudo rebatir mi respuesta. Con los colegios de los jesuitas pasa exactamente lo mismo que con el resto de colegios religiosos.

La única diferencia estaría entonces en el puesto que, en la sociedad, desempeñan los antiguos alumnos. Ahora bien, si de los colegios religiosos salieran muchos buenos católicos, su influencia sería grande en cualquier caso.

Por sus frutos los conoceréis

No voy a analizar la enseñanza religiosa. Ni en los contenidos, ni en las formas. Solamente quiero señalar que, en España, un porcentaje significativo de alumnos estudian en colegios de la Iglesia. Si cruzamos este dato con la evidencia de que nuestros jóvenes han abandonado la Iglesia, constatamos un fracaso. Las causas de este fracaso son complejas y no voy a abordarlas. Solamente señalaré que no parece razonable dejar que la inercia nos marque el camino.

En otro tiempo, los colegios de la Iglesia tenían la doble función de evangelizar y de universalizar la educación de algún modo. Esta segunda función, que es subsidiaria, ya no parece necesaria en España. Queda pues, en exclusiva, la función evangelizadora. De que este objetivo se logre o no, depende pues su sentido. Y no parece que dar una pátina de cristianismo sociológico justifique tal despliegue. Sobre todo teniendo en cuenta que esta pátina crea en el sujeto la falsa sensación de que eso ya se lo sabe. Funcionando de este modo más como vacuna que como propedéutica.

Cierto que siempre es posible encontrar justificación a la continuidad de cualquier cosa. Y siempre habrá algo de verdad en todos los argumentos que se puedan esgrimir. Pero convendría que los responsables asumieran la realidad. También las verdaderas razones para no dedicar las mermadas fuerzas a otras actividades que el Espíritu pueda ir señalando.

Un discernimiento necesario

El discernimiento no se puede hacer desde fuera, tiene que ser hecho desde dentro y ante Dios. Solamente quiero decir que en ese discernimiento debería haber mucha generosidad. La legítima búsqueda del sustento no debería ser elemento determinante.

La necesidad de vocaciones que garanticen la continuidad de las instituciones tampoco debería tener ninguna prioridad. Si es voluntad de Dios, él dará los medios. La cercanía a niños y jóvenes puede dar la equívoca impresión de que ahí está la cantera para el futuro. Pero, aquello de que «si es grano de trigo no muere, no da fruto…» (Jn 12,24), no es solamente cierto para cada cristiano. Es también palabra evangélica y evangelizadora para toda comunidad cristiana. Busquemos el Reino de Dios y todo se nos dará por añadidura.

Nueva evangelización y ecología

El tema ecológico parece despertar incomprensibles recelos en algunos sectores de la Iglesia. Muchos piensan que la encíclica Laudato si no es otra cosa que un señuelo. Es decir, una forma de atraer a los jóvenes con algo que no tiene nada que ver con Cristo. Suponiendo que esto fuera así, sorprende la virulencia de las críticas. ¿Por qué ver mal ahora lo que ha sido práctica habitual en la Iglesia de los últimos tiempos? Tampoco sería Francisco el primer Papa «creativo».

Nueva evangelización. Fotografía de árboles

Pero se equivocan quienes piensan que esta encíclica está pensada para «vender» barata la fe católica. Si al comienzo el Papa se dirige a los jóvenes, es porque a ellos corresponde hacer posible esta nueva cultura. Al fin y al cabo, el futuro les pertenece. Sin embargo, se trata de una propuesta exigente que exige madurez. No es proyecto para ilusionar a los adolescentes. El asunto tiene un calado mucho mayor de lo que muchos imaginan.

Entiendo que, en Europa, la ecología es con frecuencia una moda e incluso un lujo. Por otra parte, entiendo también que el estilo algo descuidado de la encíclica puede desmerecer del fondo del asunto. Aún así, una lectura cuidadosa y objetiva muestra la profundidad del contenido y el interés no fingido del Papa. Denuncia profética y grito angustiado en favor de los excluidos de la tierra.

La encíclica Laudato si

Escribo este apartado para aquellos católicos que piensan que la ecología no tiene nada que ver con el catolicismo. Para quienes piensan que ecología y evangelización son dos cosas sin relación alguna. Para los que creen que la ecología puede ser, como mucho, una forma de romper el hielo con los jóvenes. Algo que, si acaso, guardaría relación con el voluntariado y las ONGs.

A los que piensan de este modo les invito a leer esta síntesis de la encíclica Laudato si. En ella pueden encontrar condensado el contenido de la encíclica en tres folios escasos. No obstante, en este mismo blog pueden encontrar también un resumen de la encíclica «Laudato si». Quien se lea este segundo escrito puede realmente dar por leída la encíclica entera.

La encíclica no es, como algunos piensan en España, cebo para la pesca en nuevos caladeros. Es cierto que está dirigida a todos los hombres y mujeres, y no solamente a los católicos. La razón de ello es la urgencia de que todos colaboremos en el cuidado de «nuestra casa común». Eso no significa, sin embargo, que la propuesta del Papa sea puramente material. Más aún, la fe en el Resucitado es la base que sustenta toda la encíclica. El Papa exhorta a los cristianos a proteger la obra de Dios, pues esto no es algo opcional ni secundario para nosotros.

Nueva evangelización a la luz de la Laudato si

El contexto en el que se encuadra la encíclica es la Creación. El Papa no habla solo para los católicos, sino para todos los habitantes de la tierra. Lo hace así, porque de poco serviría sensibilizar solo a una minoría. Por otra parte, el Papa da por hecho que la mayor parte de los seres humanos creen en Dios. Por eso dice que debería haber un diálogo interreligioso en orden al cuidado de la naturaleza y la defensa de los pobres. El Papa interpela a todos los creyentes a ser coherentes con su fe.

El cuidado de la naturaleza que es don de Dios

La fe en un Dios creador obliga a todo creyente a cuidar de aquello que Dios ha puesto en sus manos. Pero las palabras del Papa están dirigidas sobre todo a los cristianos. A quienes creen que la creación se encamina a su plenitud en Cristo. Que además son, por desgracia, los máximos responsables de la situación actual. El Papa no alude a este último hecho, pero señala la deuda que el «Norte» tiene con el «Sur».

La encíclica es velada reprimenda para aquellos que dicen ser cristianos, pero buscan únicamente el rédito económico de las cosas. Tal vez cumplan con unas prácticas religiosas, pero abusan de la naturaleza. Una naturaleza que es patrimonio de todos, también de los que vendrán. Abusando de la naturaleza, dejan al pobre sin sustento.

Y no solo los humanos, también el resto de seres vivos tienen derecho a ser respetados. La vida, toda vida, es don de Dios. El ser humano vive en un entorno del que forma parte. No somos ajenos al mundo en el que vivimos, sino que formamos parte de él.

Que no nos confunda el lenguaje sencillo del Papa. Francisco no habla como lo suelen hacer los obispos. Se aproximaría más a cómo lo hacen algunos profesores de teología. El contenido, sin embargo, recuerda sobretodo al de los profetas del Antiguo Testamento. «Escuchad esto los que pisoteáis al pobre y queréis suprimir a los humildes de la tierra» (Am 8,4).

Paz interior y ecología

En su encíclica, el Papa habla de la familia como lugar de formación integral. Habla también del aborto como aspecto fundamental de la defensa de la vida que propugna la ecología. Y no olvida mencionar que la aceptación del propio cuerpo es aspecto sustancial en la aceptación de todo cuanto nos rodea.

El Papa recuerda que la paz interior es una actitud del corazón. Es vivir todo con serena atención. En definitiva, es vivir en plenitud el presente. Esto es lo que muchos no creyentes buscan en la ecología. Una forma más ética de vivir y de relacionarse con la naturaleza.

Los cristianos sabemos que esta paz interior solamente puede darla Cristo. Pero es un hecho que determinadas formas de ver la vida suponen un obstáculo casi insalvable para recibir la Buena nueva. Una forma más austera de vivir, una forma más ética de relacionarnos con nuestro entorno, nos hace más receptivos. Todavía no es aceptación del Evangelio, pero prepara el terreno para la siembra. Muchos se están improvisando como gurús ante la demanda espiritual que está surgiendo. La confusión es muy grande. También muy grande es nuestra responsabilidad.

El Papa termina recordando que todos somos responsables los unos por los otros. Se trata de encontrar a Dios en todas las cosas. En la Eucaristía, añade, es donde lo creado encuentra su mayor elevación. En ella todo el cosmos da gracias a Dios. Toda la obra de Dios lleva la marca trinitaria.

Sacerdocio y laicado en la nueva evangelización

La nueva evangelización no debería tener como objetivo fundamental llenar de nuevo las iglesias o los seminarios. Y que nadie se escandalice por estas palabras.

El objetivo debe ser siempre unirnos más a Cristo y ofrecer gratuitamente aquello que con tanta generosidad hemos recibido. El Padre mostrará su gloria cómo y cuándo quiera. Los objetivos humanos, aunque sean buenos, son siempre superficiales y efímeros.

Y, desde luego, la nueva evangelización nunca debería consistir en justificar un cierto trabajo pastoral. La evangelización se realiza en la vida y no tiene nada que ver con charlas ni con sesiones de catequesis. Que no digo que no deban hacerse, pero eso viene después. Si no hay comunidad y vida de oración, las charlas pueden ser consumismo y vanidad humana.

El papel de los laicos en la nueva evangelización

Mucho se viene insistiendo en las últimas décadas sobre la responsabilidad de los laicos en la evangelización. Esta insistencia se hace más acuciante a medida que los templos se vacían. Pero a nadie parece llamarle la atención la incongruencia que subyace bajo este llamamiento.

Un llamamiento genérico

La evangelización es responsabilidad de todos y no únicamente de los sacerdotes o de los religiosos. Ahora bien, mientras el clero está cada vez mejor preparado, los laicos han seguido el camino inverso. Por otra parte, me consta que esta insistencia en la evangelización está creando escrúpulos de conciencia en algunas personas.

Los sacerdotes saben que no pueden llegar más allá y no les culpo por ello. Pero si ellos recibieron un envío concreto y una formación generosa, que no hagan a los laicos un llamamiento genérico y sin la menor preparación.

Mientras los sacerdotes centran su trabajo pastoral atendiendo a los creyentes, al laico se le pide que evangelice su entorno. ¿Tienen idea de lo que eso significa en muchos casos? Bien entendido que evangelizar no tiene nada que ver con hacer proselitismo.

Aún peor es cuando algunos pastores, en sus homilías, dicen a los laicos que tienen que hacer «algo». Esto es como aquellos que buscan trabajo «de lo que sea». Expresándose así están desconcertando a los fieles. Muchas personas piadosas se sienten culpables, y no saben lo que tendrían que hacer.

Pueblo de Dios y envío

Muchos predicadores insisten en el envío. Que nos sintamos enviados. ¿Enviados por quién y a dónde? Seamos serios. En una institución tan jerárquica como es la Iglesia, ¿cómo puede pedirse a los laicos que se sientan enviados? Si no cuentan contigo para algo concreto, no hay sentimientos que valgan.

Eso sí, el Espíritu Santo no descansa. Y el Padre continúa enviando. Dios se comunica directamente con sus hijos. Pero esto no es un sentimiento, esto es un convencimiento desde la fe. Este envío exige esa paz interior de la que hablábamos antes. Paz interior que es fruto de la oración. Y entonces vas descubriendo que el verdadero trabajo en la Iglesia es el que nadie ve. La mayor parte de las veces consistirá simplemente estar ahí para los demás. Ese estar ahí para los demás es en realidad el modo más genuino de evangelizar. No solo de los laicos, sino también de los pastores. Porque lo único efectivo es el amor.

Y esto vale también para las catequesis de niños. La fe se percibe, se intuye, se descubre dentro. Los niños tienen una especial sensibilidad para ello. En la parroquia se les puede dar una pequeña formación complementaria, unas «clases». Pero la evangelización de los niños es tarea de los padres o, en su defecto, de quien conviva con ellos. Esta sí que es una misión concreta para los laicos, para las familias cristianas.

Evangelizar con la vida

Al Papa tenemos que agradecer su claridad. El apostolado que Francisco pide a los laicos es que seamos coherentes con nuestra fe. Es decir, que prediquemos con el ejemplo. Que los pastores insistan más en esto, que alimenten la fe del pueblo de Dios. Que creen una verdadera comunidad de creyentes.

Hoy en día hay una gran preocupación por el número de fieles y por el número de vocaciones. Hay también una cierta preocupación por la realización de tareas parroquiales. Sin embargo, no se ve la misma preocupación por la vida de fe. Parece que eso fuera cosa del pasado. Muchas reuniones, muchas actividades, actividades piadosas incluso. Pero falta esa paz interior de la que el Papa habla en su encíclica.

Hay mucha agitación, pero falta vida. Misión de los pastores es alimentar convenientemente a los fieles. Pero eso no se consigue con más actividades y tampoco con «campañas». Alimentar a los fieles es dar a cada uno el alimento que necesita. Unos necesitarán formación, otros aprender a rezar, otros abrirse a los demás… Eso no significa dividir la comunidad, todo lo contrario. Eso es formar comunidades donde cada uno aporta los dones que tiene para el bien de todos.

Por lo demás, vivamos nuestra fe con seriedad y coherencia. Seamos sencillos y piadosos. No nos avergoncemos de ser cristianos, pero tampoco seamos desafiantes, ni hagamos proselitismo. Y, sobre todo, no pongamos en el centro de nuestra identidad cristiana otra cosa que no sea el mismo Cristo.

La parroquia como centro neurálgico de la nueva evangelización

La parroquia al servicio de la misión evangelizadora de la Iglesia

Muy recientemente, la congregación para el clero publicaba La conversión pastoral de la comunidad parroquial al servicio de la misión evangelizadora de la Iglesia. El documento indica la necesidad de cambiar las estructuras parroquiales. Sin embargo aunque analiza en detalle las estructuras actuales, no señala ningún aspecto que debiera ser cambiado. El documento también habla de dar responsabilidades a los laicos. No obstante, dedica más de la mitad del escrito a describir con todo detalle las atribuciones exclusivas de los sacerdotes. De las atribuciones de los laicos no se concreta nada, más allá de su colaboración en los asuntos económicos.

Mi impresión general es que se está echando sobre los hombros de los párrocos una responsabilidad que excede los límites de las parroquias. Y no hablo únicamente de límites geográficos.

Laicos y parroquia

Para que los laicos puedan ser agentes de evangelización es preciso formarlos. No solo formarlos para las tareas parroquiales, sino sobre todo formarlos para la vida. Para que puedan dar testimonio de su fe en un entorno hostil. Y alimentar su fe por medio de la oración y los sacramentos.

Formando comunidades cristianas. Pero en esto tenemos que ser muy honestos. Si no hay fe, puede haber grupos de trabajo, pero no habrá comunidad cristiana. Podrá haber compañerismo, amistad incluso, sin embargo, la comunidad cristiana es otra cosa. Difícil de definir, pero muy fácil de reconocer. Se percibe en algunas eucaristías, aunque las personas no se conozcan. Y no se percibe en otras. Se da cuando los creyentes se «reconocen» aunque sea la primera vez que se ven. Y se da siempre que dos o más se reúnen en nombre de Cristo.

Apóstoles y profetas

Cura de almas

Si al párroco se le encomienda la cura de almas, su tarea es cuidar de sus feligreses. No parece aquí aplicable aquello de abandonar a las 99 para ir en busca de la oveja perdida. El redil ya no es un lugar seguro. Además, abandonar a 30 para ir a buscar a 70 supondría un abandono definitivo. Creo que podría ser el tiempo de discernir dos vocaciones diferentes.

No cabe la menor duda de que una vida cristiana ejemplar es la mejor manera de que el Evangelio llegue hasta el último rincón de la tierra. Precisamente por eso es tan importante el trabajo de puertas adentro.

No estoy sugiriendo que la Iglesia se cierre sobre sí misma. Todo lo contrario. Lo que digo es que no podemos olvidar que los no creyentes salieron un día de nuestras filas. Incluso de nuestros colegios. Eso hace la misión mucho más difícil. Muchos abandonaron la Iglesia, porque no les gustó lo que vieron. Decirles lo que ellos esperan oír sería profundamente deshonesto y totalmente ineficaz. Es verdad que muchos se están dejando engañar por desconocidos. Pero nosotros ya no podemos sorprenderles. Solamente hay un camino para que puedan volver a creer: que vean el milagro de nuestra propia conversión.

Haced discípulos a todas las gentes

Resulta extraño que vocaciones que en los primeros tiempos fueron principales, puedan ser tenidas ahora en tan poco. «Unos son apóstoles, otros profetas, otros evangelistas, otros pastores y maestros» (Ef 4,11).

Últimamente se habla mucho del diaconado, aunque no termina de cuajar. Puestos a recuperar ministerios de la primitiva Iglesia, ¿por qué no dar forma a lo que alguna vez fueron los apóstoles y los profetas?

La fe cristiana es sin duda alguna misionera. Y la misión es tarea de todos, porque no es otra cosa que dar testimonio de la propia fe. Ahora bien, una misión específica se hace cada día más necesaria. Más allá de exhortaciones genéricas, envíen a los mejores.

Ungidos para la misión y formando parte de la jerarquía de la Iglesia. Hay un texto de san Pablo que, aunque dicho en otro contexto (cf. 1 Cor 1,12-15), puede ser aquí muy esclarecedor: «Hermanos: no me envió Cristo a bautizar, sino a anunciar el Evangelio» (1 Cor 1,17).

Estos nuevos misioneros no estarían ligados a un lugar, siendo de algún modo itinerantes. Aunque no deberían estar solos en su tarea. Podrían ser enviados de dos en dos, como hizo Jesús con los suyos. O podrían estar apoyados por pequeñas comunidades.

Es posible que esto diera lugar a una reforma en la estructura de la Iglesia. Pero este no sería en ningún caso el objetivo, sino una consecuencia no buscada. Tampoco hay nada que temer cuando se busca ante todo la gloria de Dios.

Nueva evangelización. Fotografía del sol dejándose ver entre pinos

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2 comentarios en “NUEVA EVANGELIZACIÓN EN UNA ESPAÑA DESCRISTIANIZADA”

  1. Como sempre, muito bom.
    Só não concordo com a afirmação de que os sacerdotes estejam mais bem preparados. Isso não é verdade, pelo menos aqui no Brasil.
    Quer saber se estão bem preparados? Pergunte aos candidatos um mês antes de serem ordenados, qual o comentário que fazem ao texto de Gaudium et Spes ou mesmo de Caritas in Veritate ou Evangelii Gaudium.
    Felizmente há exceções

    1. María Ángeles Navarro Girón

      Pela experiência que tive em Campo Grande, o despreparo dos seminaristas tem raízes mais profundas que vão além do puramente acadêmico.

      Por outro lado, foi maravilhoso ver a vida de fé de muitos leigos, o interesse de pessoas muito simples em conhecer as verdades da sua fé e o que o Espírito inspirou nos círculos bíblicos que tivemos no Taquarussú.

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