Iglesia hoy

Iglesia hoy

Al hablar de la Iglesia hoy, me refiero fundamentalmente a la Iglesia española, pues es en la que vivo, aunque conozco de primera mano otras realidades eclesiales gracias a Dios mucho más ricas. Esto me permite conservar la esperanza y, lo que es más importante, tener una perspectiva desde la que poder comparar.

Porque sé que existe otra forma de ser Iglesia. Que ser comunidad cristiana es otra cosa. Algo mucho más sencillo y más cercano. Que es la vida y no las reuniones lo que hace Iglesia. Sin ruido, como suceden siempre las cosas de Dios. Tengo que decir, no obstante, que no son pocos los destellos de santidad que florecen aquí y allá.

En esta iglesia española que me ha tocado vivir, escucho quejas continuas acerca de la situación tan difícil de la Iglesia de hoy. Unas «dificultades» que no se concretan, pero que siempre aluden a una supuesta persecución.

Ni un ápice de autocrítica. Ni siquiera al hilo de las sucesivas peticiones de perdón de los últimos Papas. Nada.

Cuando tantos cristianos están muriendo hoy por su fe en muchos países del mundo (ante nuestro silencio y nuestra indiferencia), hablar en España de persecución a la Iglesia es obsceno.

Grandes escándalos sacuden a la Iglesia hoy. Pero no hay peor pecado que la hipocresía. Es inevitable que en la Iglesia haya pecadores. Pero la Iglesia es santa en tanto en cuanto se santifica, no en cuanto finge ser santa.

Pero hay algo que hace todavía más daño que los escándalos e incluso que la hipocresía. Y es la falta de fe. Utilizar la religión en beneficio propio. La burocracia. La rutina. El gastar pólvora en salvas. Y apoyar claramente ciertas políticas… para luego blanquear sus consecuencias con unos «cuidados paliativos» que son utilizados como propaganda institucional. «Puesto que eres tibio, ni frío ni caliente, voy a vomitarte de mi boca» (Apoc. 3,16)

SAN PEDRO Y SAN PABLO, LOS COMIENZOS DE LA IGLESIA

San Pedro y san Pablo son las dos figuras más relevantes del Nuevo Testamento. Sin embargo, ninguno de los dos da el perfil que hoy consideraríamos ideal en un pastor. Más aún, es probable que ninguno de los dos encontrase obispo que quisiera ordenarlos. San Pedro seguramente sería rechazado por inmaduro. San Pablo lo tendría

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