Ver: el drama de los refugiados

Estos días nos están llegando noticias del colapso que la llegada masiva de refugiados está produciendo en las islas de Grecia. El drama de los refugiados. Familias enteras y con hijos pequeños que se disponen a atravesar media Europa a pie. Obligado peregrinaje hacia un futuro incierto.
Va a hacer dos años que publiqué un post sobre la guerra de Siria. Les recomiendo, además, esta breve charla que, de forma muy didáctica nos explica lo que está pasando en Siria.
Juzgar: nuestra actitud ante el drama de los refugiados
Mientras tanto, en Europa se han llevado a cabo arduas negociaciones para admitir una cifra ridícula de refugiados. Después de un regateo vergonzoso, parece que finalmente vendrán 1.300 personas a España de un total de 35.000 en que ha quedado la inicial cifra de 40.000. El ministro de exteriores español argumentaba con nuestras cifras del paro, al tiempo que el ministro del interior, nuestro ínclito Jorge Fernández Díaz comparaba la llegada de refugiados con las goteras en una casa. Hace falta tener valor para comparar, como hace este señor, el drama de los refugiados con las goteras. Si los refugiados son las goteras, puede que algunos ministros sean las cucarachas.

Es cierto que el paro es un grave problema en España, pero estas gentes no son inmigrantes sino refugiados que huyen de una guerra que -por acción o por omisión- no nos es ajena. Por otra parte, mucho peor están en Grecia y -a falta de otras oportunidades- la mayoría de los refugiados terminarán quedándose allí. ¿Es legítimo pensar que ése es su problema?
Respecto al símil de las goteras… pues mira que va a tener razón el señor ministro. Hay un refrán español que dice: «el que al cielo escupe, en la cara le cae». A lo mejor no son goteras, sino los esputos de nuestra propia miseria moral.
Actuar: lo que estamos obligados a hacer

«Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; era forastero, y no me acogisteis; estaba desnudo, y no me vestisteis; enfermo y en la cárcel, y no me visitasteis.” (Mateo 25,42-43). Alguien que se dice católico -y el ministro es del OPUS- no puede volver el rostro ante el drama de los refugiados.
Soy consciente de que estas cosas en España (no así en otros lugares) suenan a «buenismo» (especialmente en determinados ambientes). Pero ¿no es acaso cierto que España tiene capacidad de sobra para recibir a esos cinco mil refugiados que pretendían que acogiéramos? ¿Cuántos pueblos y ciudades hay en España? ¿No tiene cualquier pueblo mediano capacidad para servir de trampolín a una familia de refugiados? ¿No hay ya muchas familias españolas acogiendo niños bielorusos o saharauis para que puedan pasar el verano en España y sean atendidos también médicamente? Pues bien, cualquier pequeño pueblo podría acoger a una de estas familias por un periodo determinado de tiempo hasta que pudieran salir adelante por sus propios medios. No debería ser una cuestión únicamente económica, sino también humana.
Que nadie me diga que esto es una utopía. Estoy segura de que habría muchísima gente que lo haría con gusto. Tal vez fuera necesario un liderazgo moral… Personas con el poder suficiente para ser escuchadas…
Por cierto que hay silencios que matan (literalmente).

LECTURAS RECOMENDADAS
Si te ha gustado este artículo, puede que también te gusten:
La parábola del buen samaritano contada hoy
Los pobres en la Iglesia del primer mundo
Los profetas del Antiguo Testamento claman en favor de los pobres
Frencisco I. Resumen de la encíclica «fratelli tutti» (03.10.2020)