Por tantos
Por tantos
La entrevista
El Sr. D. Fernando Giménez Barriocanal es Vicesecretario para Asuntos Económicos de la CEE (Conferencia Episcopal Española). La entrevista se llevó a cabo el 10 de junio de 2016 en el programa que lleva por título «El Cascabel». Este programa se emite en el canal de televisión 13tv, cuya propiedad la ostenta de forma mayoritaria la CEE. El Sr. Giménez no estaba en dicho programa a título privado. Estaba para presentar un libro en el que la Iglesia española rinde cuentas de su gestión económica.
El vídeo que aquí les presento es un fragmento que dura solamente 2 minutos, pues éste es el asunto que queremos tratar aquí. Quien desee escuchar la entrevista entera, puede verlo en: «Eficiencia en la gestión de la Iglesia con la «X» de la Renta»
Por tantos gastos inútiles que la Iglesia contribuye a generar
Y lo que el Sr. Giménez dice con claridad –mientras los periodistas presentes le corean- es que la Iglesia genera para el Estado español, es decir, para todos los españoles –sean creyentes o no- una riqueza que supone un porcentaje significativo del PIB. Concretamente el aspecto sacramental (bautizos, bodas, comuniones, etc.) genera medio punto del PIB y las fiestas un punto del PIB. A eso hay que añadir las actividades culturales con otros dos puntos. Todo eso, sumado, daría un 3,5% del PIB. Por tantos… millones de euros para la industria hotelera.
No habla aquí de los servicios que la Iglesia presta en el campo de la enseñanza o de la sanidad. De eso se habla más adelante. Aquí se habla de una riqueza en términos exclusivamente económicos. Sin embargo, se señala el carácter “cultural” de estos saraos. Entendemos que la palabra cultura está referida aquí a las tradiciones de nuestro pueblo. Sin embargo, no debería ser necesario recordar a nuestros pastores que su misión es transmitir la fe en Cristo, no colaborar a su descrédito. Por tantos… tablones y tantas cogorzas a la salud de la Iglesia.
Un estudio externo encargado por la CEE
Es importante subrayar que las afirmaciones del Sr. Giménez no son una desafortunada ocurrencia. Están avaladas por un estudio externo encargado a tal efecto por la propia CEE. Para que a nadie le quepa la menor duda de que las cifras se ajustan a la realidad. Nada más lejos de mi intención discutir la validez de estos datos. Está claro que la Iglesia genera un enorme negocio a su alrededor. Especialmente en el sector de la hostelería. Por tantos… restaurantes que viven gracias a la pastoral de la Iglesia.
La consideración que traigo hoy aquí no tiene nada que ver con las cifras económicas. La pregunta es otra y está en el nacimiento mismo de este blog. ¿Qué significa ser cristiano o/y pertenecer a la Iglesia católica? En este caso voy a analizar lo que todos ustedes han podido escuchar en el vídeo.
Y, para ello, hablaré de dos de los tres aspectos que señala el Sr. Giménez: las fiestas y los Sacramentos.
Las fiestas
San Fermín (por ejemplo)
Empezaré por lo que tiene una importancia secundaria desde el punto de vista de la fe. Las fiestas patronales. Ya que en el programa televisivo se mencionan expresamente las fiestas de san Fermín, nos centraremos en ellas. Que dichas fiestas tienen una fama considerable fuera de nuestras fronteras es algo fuera de toda duda. Que generen cuantiosas ganancias para la ciudad de Pamplona, es algo que cabe suponer, aunque ignoro las cifras. Ahora bien, qué tienen que ver estas fiestas con el cristianismo. Es algo que yo sugeriría como tesina de licenciatura. Puede tomar nota algún clérigo de esos que buscan un tema fácil para sacarse el título por la mínima.
¿De qué manera contribuye la celebración de san Fermín en la evangelización?
Dicha tesina podría comenzar por una encuesta. Realizada a pie de calle y en plenas fiestas patronales. La primera pregunta podría ser: ¿quién era san Fermín? Sin entrar en mucho detalle. A ver si alguien sabe, por ejemplo, en qué siglo vivió o qué tuvo su vida de extraordinario para que la Iglesia decidiera canonizarlo. Por cierto, que yo me acabo de enterar ahora mismo. No precisamente gracias a la televisión de los obispos, sino después de consultarlo en la inefable wikipedia. Porque, lo confieso, no tenía ni la más remota idea.
Así pues, desde órganos oficiales de la CEE manifiestan sin rubor sentirse muy orgullosos de que, gracias a su inestimable ayuda, cientos de miles de energúmenos inunden la ciudad de Pamplona. Visitas que tienen -muchas de ellas- el confesado objetivo de emborracharse. Y también, si su economía se lo permite, asistir a las numerosas corridas de toros celebradas en «honor» de San Fermín.
El orgullo de nuestra Iglesia no reside en dar a conocer los méritos del santo en cuyo honor dicen celebrar estas bacanales. Ni siquiera en conseguir que alguna gente pise una iglesia –aunque sólo sea para no dormir en la calle-. No. El orgullo de nuestra Iglesia es que toda esa gente deje un montón de sus euros en la ciudad de Pamplona (básicamente en sus bares). Por tantos turistas y tantas horas de fiesta ininterrumpida.
Pero esto, que seguramente es lo más visible, es una fruslería si lo comparamos con lo que sucede con la segunda cuestión.
Los sacramentos
No entraré en el tema de las bodas. Es un hecho que, en todas las culturas y en todas las épocas, las bodas se han celebrado y se celebran con todo el boato que las familias han podido permitirse. Es sabido que mucha gente se casa por la Iglesia porque “es más bonito”. Sabemos también que, quienes así piensan, suelen invitar a más gente y organizar el mejor fiestón. Pero ésta es una cuestión con una larga tradición de la que habría mucho que hablar, pero que no es momento de discutir aquí. Aquí nos limitaremos a dar unas pequeñas pinceladas acerca de los llamados Sacramentos de Iniciación. Es decir: Bautismo, Confirmación y Eucaristía
No estoy diciendo que las celebraciones referidas a estos sacramentos –salvo seguramente las Confirmaciones- sean inapropiadas. Lo que estoy diciendo es que son un paripé que yo -hasta ahora- creía que la Iglesia simplemente toleraba como mal menor. Lo creía hasta que escuché las palabras del Sr. Giménez. Por tantos niños a los que se les hurta la mejor catequesis de la Eucaristía: la de la vida.
Como no tengo ninguna intención de realizar un estudio exhaustivo, me limitaré a decir cuatro cosas de las Primeras comuniones. Nada que no sepa todo el mundo.
Las primeras comuniones
Las primeras comuniones hace años
Cuando yo hice la Primera comunión, asistieron mis padres y algunos de mis tíos y primos. Fue por la mañana temprano y después nos fuimos todos a desayunar un chocolate, no recuerdo si fue con churros o con picatostes. No más de diez personas. En una terraza que, por supuesto, no habíamos reservado porque, además, era un día de diario. Yo llevaba un vestido precioso que le habían prestado a mi madre y del que guardo el único recuerdo de algunas fotos.
Les hablo de mi Primera comunión simplemente como testimonio de lo que era normal no hace tantos años. ¿A qué «cultura» o a qué «tradición» se refieren estos señores entonces? ¿Se puede llamar «tradición» a la transformación nada sutil de una fiesta religiosa y familiar en un acontecimiento social señaladamente contradictorio?
Nada que ver lo «tradicional» con esos padres que tienen que pedir un préstamo para que sus hijos hagan su Primera … y última comunión. ¿Qué sentido tiene esto y por qué la Iglesia colabora activamente en una pastoral que se ha demostrado cuanto menos ineficaz? Por tantos niños que no vuelven a comulgar hasta el día de su boda.
Por tantos… sacrilegios
Cuando eres catequista de Primera comunión te das cuenta de que los padres te dejan a sus niños para que les des “clase” (así le llaman) durante tres años e incluso te dejan a los hijos en la misa de niños. Quiero decir que les dejan en la puerta y luego los vienen a buscar. Y tú preguntas a los niños y te das cuenta de que quienes de verdad están influyendo sobre ellos son sus padres (como debe ser) y lo que los padres les dicen. Y que no tienes nada que hacer. Pero a nadie parece importarle lo más mínimo. Más aún. Es posible incluso que algún niño no aparezca por catequesis … porque coincide con el entrenamiento de fútbol, y tampoco aparezca por la misa dominical, pero que eso no sea obstáculo para que el niño reciba la Primera comunión con el resto de sus compañeros.
Por otra parte ignoro en qué momento lo que hasta entonces era una fiesta privada y totalmente familiar se convirtió en una especie de boda. Ésta es la razón por la cual carezco de elementos de juicio para establecer la relación que sospecho existe entre la disminución de la fe y de la práctica religiosa con el aumento del gasto para celebrar no sé muy bien el qué. Por tantos que gastan lo que no tienen en celebrar lo que no saben.
Por tantos que no tienen para comer, mientras otros banquetean en nombre de Cristo
Lo que no puedo callar es que todo esto supone no sólo una utilización espuria de la Eucaristía, sino también una flagrante falta de comunión. Cosas ambas que, por cierto, no son sino expresiones distintas de una misma realidad.
¿Qué pasa -en estos tiempos de crisis- con aquellas familias que no pueden organizar a su hijo una fiesta equiparable a la del resto de sus compañeros? Es importante añadir que, dada la estructuración pseudoescolar de las primeras comuniones, dichos compañeros de Primera comunión serán también, seguramente, sus compañeros de clase… durante ese curso y los cursos venideros.
Esto recuerda mucho la situación que denunciaba san Pablo: «Cuando os reunís, pues, en común, eso ya no es comer la Cena del Señor; porque cada uno come primero su propia cena, y mientras uno pasa hambre, otro se embriaga» (1 Cor 11,20-21).
Por tantos que hacen la vista gorda a sabiendas
Y, cuando pensaba que esa aparente indolencia de la Jerarquía eclesiástica se debía básicamente a una cierta manga ancha frente a una opción más rigorista que podría dejar fuera a alguna gente recuperable, entonces, queridos lectores, me entero de que esta supuesta permisividad no era tal. Entonces me entero de que la Jerarquía eclesiástica tiene entre sus misiones la de velar por el bienestar, también material, de los españoles, aunque no pertenezcan a su rebaño. ¿Qué sería, si no, de esos enormes salones para bodas, ahora que la gente ya no se casa?
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