EL PADRENUESTRO. CÓMO REZARLO DESDE EL CORAZÓN

El Padrenuestro es seguramente una de las primeras oraciones que aprendimos en la infancia. Por ello corremos el riesgo de recitarlo de memoria, sin pensar en lo que decimos. Como sabemos, el Padrenuestro lo encontramos en los evangelios (cf. Mt 6,9-13; Lc 11,1-13). Sin embargo, la explicación que sigue a continuación no es un estudio bíblico. Lo que aquí pretendemos es saborear el Padrenuestro o, como diría san Ignacio: «gustar y sentir internamente».

Padrenuestro

Padre nuestro que estás en el cielo

Padre. Jesús nos ha enseñado a dirigirnos a Dios llamándole Padre.

Padre nuestro. En los evangelios, vemos cómo Jesús se dirige a Dios alguna vez diciendo: «Padre mío» (cf. Mt 26,39). Esto es así porque Jesús es el Hijo de Dios. Nosotros, sin embargo, somos hijos en el Hijo. Por ello podemos llamar Padre a Dios, pero solamente en tanto en cuanto estamos incorporados a Cristo. Decimos «Padre nuestro», porque lo decimos en Cristo, como Cuerpo de Cristo que somos. No cabe, por tanto el singular. Por otro lado, al decir: «Padre nuestro», estamos rezando unos por otros.

Que estás en el cielo. Santo Tomás de Aquino nos dice que esta expresión puede entenderse de tres formas. En primer lugar, si nuestro Padre está en el cielo, allí estará nuestro tesoro y, por tanto, nuestro corazón (cf. Mt 6,21). Así pues, decir que nuestro Padre está en el cielo, es una invitación a valorar sobre todo los bienes espirituales y eternos. En segundo lugar, decir que nuestro Padre está en el cielo, es también decir que está en los «santos», esto es, en nosotros (cf. 1 Jn 4,16). Finalmente, si por cielo entendemos el cielo físico, con ello se simboliza la visión panorámica que Dios tiene de todo.

Santificado sea tu Nombre

¿Qué significa pedir que sea santificado el Nombre de Dios? ¿Acaso Dios no es ya Santo? Esta primera petición es un acto de adoración, un hacernos conscientes de que estamos en la presencia de Dios. Es como un arrodillar nuestro corazón delante de nuestro Padre del cielo. Pero es también una petición por todos los hombres sin excepción. Para que todos descubran en el Padre al verdadero y único Dios. Y también para que al «Nombre de Jesús» toda rodilla se doble en el cielo y en la tierra (cf Fil 9-10).

Padrenuestro. Venga a nosotros tu Reino

Cuando Jesús envía a setenta y dos de sus discípulos delante de él para que anuncien su visita, les manda decir: «El reino de Dios ha llegado a vosotros» (cf. Lc 10,1-12). Y es que el Reino de Dios no es otra cosa que Cristo mismo. Por eso, el Reino de Dios ya ha llegado a nosotros. Sin embargo, el Reino de Dios no será una realidad plena hasta que «Dios sea todo en todos» (1 Cor 15,28). Por eso, pedir que venga a nosotros el Reino de Dios equivale a decir: «¡Ven, Señor Jesús!» (Apoc 22,20). Así pues, esta segunda petición supone una esperanza escatológica, pero también un deseo lleno de amor de encontrarnos con Cristo aquí y ahora. Un deseo que no puede esperar. Ya mismo ven, llena nuestro corazón, transfórmalo, y hazte presente en nuestro mundo.

Padrenuestro. Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo

Hágase tu voluntad. Sabemos que en el cielo ya se hace la voluntad de Dios. Por eso, lo que estamos pidiendo es que en la tierra también se haga la voluntad de Dios. Y esto tiene dos lecturas.

Por un lado estamos pidiendo a Dios fuerza para obedecer. Y lo estamos pidiendo para los que rezamos, pero también para que toda la humanidad se someta a la voluntad de Dios. Por un lado le estamos diciendo a Dios que haga lo que quiera con nosotros. Pero también le estamos pidiendo fuerza para obedecerle. Y esa fuerza la estamos pidiendo para todos los hombres y mujeres que viven en este mundo.

Padrenuestro. Danos hoy el pan nuestro de cada día

Cuando pedimos el pan, estamos pidiendo aquello que es necesario para la vida. No pedimos simplemente pan (techo, comida, trabajo, vestido, salud…), sino «nuestro pan». ¿Por qué «nuestro»? ¿No parece esto más exigencia que súplica? Acaso la respuesta está en lo que viene a continuación: «de cada día». Danos lo que necesitamos para vivir. En ese sentido es «nuestro». Porque es una necesidad. Esto no significa que no tengamos para comer, sino que no tenemos nada asegurado en esta vida. Todo nuestro ser depende de Dios.

Además de esto, el pan nuestro de cada día se refiere también a los bienes espirituales y muy especialmente la Eucaristía.

Padrenuestro. Perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden

Terminado el Padrenuestro, el primer evangelista insiste en que, para que el Padre perdone nuestras ofensas, es necesario que nosotros perdonemos a nuestros hermanos (cf. Mt 6,14-15). Esta condición parece sugerir una especie de toma y daca que resulta desconcertante. Dios nunca pone precio a su amor. ¿Cómo debemos entender entonces que Dios niegue el perdón a quien alberga rencor en su corazón? La parábola de los dos deudores (cf. Mt 18,23-35) nos da la clave para entenderlo. No es que el Padre ponga condiciones, sino que su amor va por delante. Por otra parte, el rencor es también un pecado, algo que nos aleja de Dios y nos incapacita para orar. Y, además, el perdón de Dios es universal. O se nos perdonan todos nuestros pecados o no se nos perdona ninguno. Por eso, no es posible un verdadero arrepentimiento de nuestros pecados sin al menos el deseo de perdonar las ofensas recibidas.

En cualquier caso, Jesús va mucho más allá de no guardar rencor. Lo que nos dice es que perdonemos a quienes nos ofenden. En presente. Como hizo él en la cruz. Ir perdonando sobre la marcha, antes de que se nos infecte la herida.

Padrenuestro. No nos dejes caer en la tentación

La tentación es la llamada al pecado. Esta tentación puede venir de tres fuentes diferentes.

La mayor parte de las veces, la tentación viene de nosotros mismos. Lo que antes se llamaba «la carne», pero que no debemos entender únicamente como la búsqueda de placeres sensuales. Carne es todo aquello que tira de nosotros hacia abajo. Básicamente la búsqueda de nosotros mismos en todas sus formas.

La tentación puede venir también de fuera de nosotros. Aquello que los escolásticos llamaban «el mundo», que no se refiere a la creación, sino a la humanidad caída. Todo lo que hacemos repercute en los demás. No solo las consecuencias del pecado (por ejemplo el sufrimiento que podamos provocar en otros), no solo el mal ejemplo. La sociedad misma es un poco peor cada vez que nosotros pecamos.

Finalmente, la tentación puede venir también del Maligno. Si no lo percibimos, es porque la mayor parte de las veces nosotros le damos el trabajo hecho. Pero, a medida que avanzamos en la vida espiritual, se hace presente tratando primero de engañarnos y después tratando de convertir el bien en mal.

En el Padrenuestro no estamos pidiendo vernos libres de la tentación. Lo que pedimos al Padre es que no nos deje caer en ella. Porque solos no podemos. «Pues no hago lo bueno que deseo, sino que obro lo malo que no deseo» (Rom 7,19). Por eso pedimos al Padre que no nos deje caer.

Y líbranos del mal

De todo mal. En primer lugar espiritual, pero también corporal y material. Que nos libre de la enfermedad y de cualquier otra desgracia. También de los contratiempos cotidianos. Es legítimo pedir al Padre que nos ayude en todo, porque en todo dependemos de él.

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2 comentarios en “EL PADRENUESTRO. CÓMO REZARLO DESDE EL CORAZÓN”

  1. María Ángeles, has logrado una bonita meditación sobre el Padrenuestro, se ve que te ha salido del corazón, que es fruto de tu oración y reflexiones personales. Además la has documentas con citas bíblicas que acertadamente has incorporado en algunas de las peticiones. Te felicito y deseo que quien rece con esta oración saque mucho provecho.

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