EN EL MES DE TODOS LOS SANTOS, UNA SANTA DE NUESTROS DÍAS

Una santa de nuestros días. Quien lo desee, se puede descargar traducción al portugués en pdf. NO MÊS DE TODOS OS SANTOS UMA SANTA DOS NOSSOS DIAS

Una santa de nuestros días. ¿Quién era Doña Elvira?

Una santa de nuestros días. Foto de Doña Elvira en la puerta de su casa
Una santa de nuestros días. Doña Elvira en la puerta de su casa el día 7 de marzo de 1997

Una santa de nuestros días.

Doña Elvira Silveira Santana, nacida  en el estado brasileño de Bahía el día 18 de noviembre de 1939. Fallecida en Campo Grande -Mato Grosso do Sul, Brasil-  el día 17 de noviembre de 2015.

Al día siguiente hubiera cumplido 76 años. Yo la conocí  con 20 años menos y es una de las personas que más huella ha dejado en mi vida.

Estaba casada y su marido -que tiene Alzheimer- no para de llorar [1]. El matrimonio tuvo 19 hijos de los cuales 9 murieron en la infancia. En la actualidad tenía 8 tataranietos.

Era doña Elvira una persona que nunca se alteraba por nada. Un día le pregunté cómo es que nunca se ponía nerviosa. Ella me respondió: «es que, si me pusiera nerviosa, ya me habría muerto». Tenía un carácter extraordinario y una vitalidad calmada, pero incombustible. Nunca se rendía.

La capilla Madre Paulina

Mapa político de Brasil

Estaba la Parroquia Cristo Luz dos Povos dividida en varias «capelas». Las grandes celebraciones tenían lugar en la «matriz» con la cual había un contacto constante, pero las celebraciones dominicales se realizaban en cada «capela» que tenía su propia estructura pastoral. La parroquia abarcaba una zona muy amplia cuyo centro estaba en un barrio residencial habitado por familias de clase media, al tiempo que se adentraba en una de las favelas de Campo Grande. Su proximidad al río hacía especialmente dura la situación de muchas familias que veían sus chabolas inundadas cada vez que llovía un poco más de lo habitual (que, en algunos meses, era un día sí y otro también).

En el lindero de esta favela estaba la Capela Madre Paulina. Por no haber, no había ni templo [2]. Las eucaristías y otras celebraciones litúrgicas tenían lugar en el patio cubierto de la pequeña escuela que el ayuntamiento cedía a la parroquia los domingos.

No había capilla de ladrillos, pero había comunidad. Y había un presidente de la comunidad y una serie de cargos laicales… pero, sobre todo, estaba Doña Elvira.

Una santa de nuestros días

Una santa de nuestros días. Doña Elvira en el salón de su casa

A Doña Elvira, el párroco que había en ese momento la tenía completamente ninguneada. Y Doña Elvira quería ser Ministra de la Eucaristía para llevar la comunión a los enfermos. Pero Doña Elvira no tenía estudios y el párroco seguramente pensó que no tenía la preparación adecuada. El párroco puso a un presidente de la comunidad que sí que tenía estudios, pero que no asistía a las reuniones… salvo que fueran en la matriz y hubiera ocasión de lucimiento.

Y fue entonces cuando yo aprendí que el trabajo por el Reino de Dios es el trabajo que Dios hace cuando todo está en contra y, muy especialmente, cuando nadie lo ve. Y yo aprendí a trabajar por el Reino de Dios poco menos que «en la clandestinidad». No era difícil. La capela Madre Paulina era muy pequeña y muy pobre y el párroco tampoco asistía a nuestras reuniones (sí que celebraba la Eucaristía el domingo que le tocaba, y con mucho fervor, por cierto).

En la comunidad casi nadie tenía teléfono, de modo que, para dar cualquier aviso, había que ir casa por casa…. o pasar un rato en casa de Doña Elvira. Bastaba con estar un par de horas en su casa para ver a todo el mundo.

Una santa de nuestros días. Doña Elvira, mujer de intensa oración

Y, en cuanto había un grupito de gente en su casa, Doña Elvira sacaba el rosario y allí no se libraba nadie. Yo no he visto en ninguna parte rezar el rosario de ese modo. Se creaba un ambiente increíble de oración, era un susurro envolvente en el que Cristo y María debían estar a sus anchas. Impresionante.

Doña Elvira no tenía estudios, pero tenía una vida interior que es muy difícil encontrar en nadie. Y, lo que es más difícil todavía, nunca pedía a los demás lo que ella no estuviera dispuesta a hacer. A decir verdad, ella no pedía nunca nada. Simplemente se ponía en marcha y lo mejor que uno podía hacer era seguirla en el convencimiento de que, donde fuera doña Elvira, allí estaba Cristo.

Una experiencia dramática

Nunca olvidaré la experiencia dramática que nos tocó vivir a ambas. Hacía unos días que había desaparecido una pareja de novios adolescentes. Una semana después aparecieron muertos, prácticamente carbonizados por el intenso calor. Habían tenido un accidente con la moto en una zona muy poco frecuentada. Las familias de los desafortunados jóvenes eran personas poco creyentes y bastante conflictivos. Nadie de la parroquia se atrevió a ir a darles el pésame en el convencimiento de que dicho gesto podría ser considerado como una provocación, que seguramente echarían la culpa a Dios de su desgracia y, de paso, a cualquiera que se atreviera a mencionarlo.

Una santa de nuestros días. Doña Elvira en su casa levantando un cuadro que representa al Sagrado Corazón de Jesús

Pues bien, doña Elvira dijo que nuestro deber era ir a llevar a Dios a esa familia en su desgracia y que ella pensaba ir. Y yo me fui con ella a la casa de uno de los chicos. Allí, en un patio bastante grande, habría no menos de cuarenta personas. No recuerdo cómo fue. Solamente recuerdo a toda aquella gente sentada en un gran círculo. No se oía una mosca. Solamente se oía la voz de doña Elvira. Yo no podía dar crédito a mis oídos. Doña Elvira no tenía estudios, pero las palabras que salían de su boca eran las palabras de alguien sumergido en Dios y de alguien sabio. Estoy segura de que aquél día doña Elvira había rezado más de lo acostumbrado y que fue el mismo Cristo quien habló por su boca.

Aunque nadie promueva la causa de su beatificación

Y estoy también segura de que hoy hay en el cielo una nueva santa, una santa de nuestros días. Aunque seguramente nadie promoverá la causa de su beatificación. Lo sabrá Dios, lo sabrá la Virgen -a quien ella tanto amaba- lo sabrá su gran familia y lo sabremos todos aquéllos que tuvimos la enorme suerte de ser sus amigos.

Nuestra santa, una santa de nuestros días

Doña Sebastiana y su marido el señor Júlio

Dña. Sebastiana y su marido, el Sr. Julio
Dña. Sebastiana y su marido, el Sr. Julio

Aprovecho para recordar con mucho cariño a otras dos personas que eran parte muy importante de esa Comunidad y que también han fallecido este año. El matrimonio formado por doña Sebastiana y el Sr. Julio. Siempre estarán en mi corazón y sé que un día nos reencontraremos.

Esquela del Sr. Júlio Rocha
Esquela de Doña Sebastiana José da Silva

Doña Ilda

La última foto que Doña Ilda me envió por Whatsapp pocos días antes de morir

El Señor se llevó ayer junto a sí a doña Dozailda Lima Madeiros da Silva. Había nacido el 17 de septiembre de 1951. Falleció en Campo Grande-MS- Brasil el 4 de diciembre de 2015, a las 17:10′. Es como si Dios quisiera que aquella pequeña comunidad volviera a reunirse en el Cielo. Pero la comunidad no sería lo mismo sin la inefable sonrisa de doña Ilda. Siempre parecía contenta y era una mujer muy divertida. Y no precisamente porque su vida fuera fácil. Pero ella era la mujer fuerte que hacía fácil lo difícil.

Llevaba varios años viuda y, aunque no tenía hijos, había criado como tal a su sobrino Samuel. Y de algún modo también era un poco madre de todos sus hermanos. De una forma discreta y humilde, pero era más que evidente el respeto que toda su familia le tenía. No tengo duda de que se lo había ganado a pulso.

[1] El Sr. Antônio falleció el día 10 de diciembre de 2016.

[2] Después de mi marcha, la situación ha cambiado mucho. Canalizaron el río, urbanizaron la zona y construyeron una preciosa capilla.

Una santa de nuestros días

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